martes, 18 de noviembre de 2008

Un notario, un perro y un mediodía nublado


Música: La libertad

Almorzaba hoy en San Isidro, adonde fui por cuestiones de trabajo, y que como queda algo alejado de Buenos Aires tiene la tranquilidad de los barrios.
Aunque estaba nublado elegí una mesa en la vereda arbolada y pedí un poco de asado y vino, es decir algo así como la mismísima naturaleza argentina.
Estaba solo y hojeé el diario. El lugar aparecía despoblado, hasta que llegaron dos parejas que se ubicaron al lado mío.
No quise, pero uno de los hombres hablaba alto. Entonces, además de oírlo le escuché contar que no sólo él era escribano, sino que también lo era su padre, como también lo fue su abuelo, e incluso sus tíos abuelos.
Imposible no observarlo. Era un muchacho, no más de treinta años, aunque parecía de cuarenta. Tampoco fue posible no advertir que lo contaba con falso orgullo, que quería en realidad esconder cierta tristeza. No tengo nada contra ninguna profesión. A cada uno la vida, o nosotros mismos, nos pone en lugares insospechados, y cada ocupación es valiosa para la comunidad. Eso vale para todos los trabajos, incluso los menos glamorosos.
Lo que no me gusta es cuando alguien no puede elegir, como me parecía era este caso: si tu papá tiene el mismo trabajo que vos, O.K. Pero si además lo tiene tu abuelo y tus tíos abuelos, me parece que hay algo que no funciona bien. Que no elegiste. Mc Cain por ejemplo, que es nieto de militares… ¡y todos se llaman John!

Mientras pensaba en esas cosas llegó mi comida. La verdad que la carne estaba algo dura. En ese momento se acercó un perro, ya que como se ve en la foto (es el verdadero restaurante) estaba en la vereda. El tipo parecía de raza, pero al rato de observarlo, me di cuenta que era callejero, que ningún dueño lo esperaba. Le di un pedazo de carne, y contentísimo, se quedó haciendo guardia.
Le dije que le iba a dar más con la condición de que se fuera después, porque no quería que me siguiera. Bueno, no se lo dije exactamente así, que tampoco estoy loco. Fue apenas un murmullo. Me miró a los ojos, y no me contestó nada, claro.
La mesa del notario dedicó una mirada al tipo que hablaba con el perro, y siguieron hablando de negocios imposibles.
Después del primer pedazo, le di otro, y luego otro. Al final, comimos mitad del plato cada uno. Cuando terminó, me movió la cola. Lo acaricié un poco, y les juro que me sonrió. Después de eso se fue sin volver la vista atrás.
Eso es lo que sucedió este extraño mediodía de escribanos y perros que lo entienden todo.




Lamenté no llevar la cámara, pero podría decirse que era parecido a éste.

23 comentarios:

Anónimo dijo...

Debe ser espantoso tener que levantarse todos los días para ir a trabajar en algo que no se ha elegido, o mucho peor, que no sea del agrado del trabajador.

Yo estoy feliz de la vida siendo docente, lo más placentero es usar la picana eléctrica y las cadenas que llevo en el portafolio...y aún así, mis alumnos me adoran!

m.eugènia creus-piqué dijo...

Pues vaya día chico guapo, el rollo del escibano al lado y encima la carne dura, lo mejor que te pasó fué tener la conversación con el can y compartir con él tu plato, seguro que te lo agradeció infinitamente, no te creas que hablar con los animales es cosa de locos mi niño, estoy segura que a veces te escuchan y te entienden mucho mejor que algunas personas.

Krmn Lilith dijo...

A mí los perros callejeros me inspiran una mezcla de sentimientos: ternura, tristeza, (a veces un poco de miedo), compasión... Supongo que por eso no les hablo mucho... se pondrían tristes o me seguirían y sería un lío esconderlos en mi cuarto... además terminaría por pasarle las pulgas a mi Lobo...

Y la carne dura... no hubiera dudado en compartirla...

Ah... fue tan melancólico ese mediodía...

Un abrazo

Merche Pallarés dijo...

Me ha encantado esta historia. Me ha recordado dos cosas: mi ex-Fernando (el padre de mi hija) era abogado pero nunca ejerció y es que los siete hermanos (menos el último que se rebeló y fue arquitecto) estudiaron leyes porque su padre y el abuelo habían sido abogados... Una tradición que encontré muy estúpida (me ha dado una idea para un post. Lo escribiré). Y la segunda es que ¡yo siempre hablo con los perros! Me largo unas parrafadas...y ¡me entienden! Claro que entienden. De hecho no solo los perros sino TODOS los animales entienden. Les hablo a todos. Muchos besotes, M.

Soledad Sánchez Mulas dijo...

Un retazo de tu día compartido con todos nosotros... me quedo con la chispa en los ojos del perro: te entendió perfectamente. Además, seguramente él también se estaba contagiando de la tristeza del notario(en España no se emplea la acepción "escribano").

Siempre un gusto leerte Marcelo (¡ah! y ya retomé a Varguitas).

Siempre un beso.


Soledad.

Helena dijo...

Yo me alegre inmensamente de haber nacido mujer el dia que me entere de lo que mi padre esperaba de mi. Luego me segui alegrando por otras razones, pero aquel fue el primer encuentro con lo que algunos padres tienen por idea de traer hijos al mundo.
Gracias por compartir un dia "cualquiera" que te recordo lo importante que es la libertad.

marichuy dijo...

Marcelo

A ver si no la riego. Yo siempre he tenido mis problemas para relacionarme con los abogados [acá en México les llamamos abogansters y por cierto, después del avionazo nos pusieron a uno como Ministro del Interior, que hace honor a ese sobrenombre¡!], notarios y ministerios públicos.

En cuanto a la costumbre de heredar la profesión de tu padre y abuelo -y si tienes suerte, la cartera de clientes- es lo usual en ciertos "niveles sociales". Costumbre entre burguesa y wanabe.

En cambio los perros, esos siempre serán más sinceros y cariñosos.

Un beso

Miriam dijo...

Tu relación con los perros callejeros y de los otros siempre es especial. Yo creo que en otra vida has sido perro y por eso te entiendes bien con ellos. Como yo con los gatos, no?
Y de lo otro, definitivamente no poder elegir lo que quieres para tu vida debe ser una verdadera carcel.
Besos

Martine dijo...

Cierto que según que conversación es mejor tenerla con un perro... primero te escucha y luego imposible que te lleve la contraria... Alguien decía "más conozco a los hombres, más quiero a mi perro..." Bueno hay hombres y hombres y perros y perros...

Un beso gatuno, soy como Miriam...

CalidaSirena dijo...

Me gusta como has narrado ese mediodía...
Acabo de descubrir tu blog y decirte que me gusta como te expresas..
Besos muy cálidos

Arcángel Mirón dijo...

¡Oiga, que yo hablo así con los perros, y no estoy loca!

Si antes me caías bien, ahora me caés mejor. En otra vida fui perra (no caigamos en el chiste fácil), estoy segura.

Pobre escribano. Seguro quería ser rockero o cocinero en una parrilla.

Mc Cain es un tema aparte. ¿Viste que siempre está anormalmente tenso? Debe haber tenido una infancia con institutrices onda la de Heidi, que no me acuerdo cómo se llama.

siloam dijo...

:))) ya no digo nada
(oye te he dedicado un post, pero yo no estoy para cadenas interneteras, aviso, es q no trabajo delante un ordenador, aunque tenga que utilizarlo para escribir el "testamento de la jornada"; así lo digo yo: voy a escribir el testamento.
en cierto modo, está dedicado a tu padre y sus amigos)
big hug!
fdo: emma glez bovary

siloam dijo...

ah, me olvidava...me contó mi madre que cuuando Evita Perón vino a España, llegó al puerto de Vigo; y la autoridades franquistas la pasearon por la ciudad en descapotable; ella estudiaba en el instituto público, y quedó alucinada. Si es que hay que escuchar a los mayores, si lo tendré yo claro.
y de paso: gracias por la ayuda de argentina a la España de la posguerra; hasta que teminó el servicio militar, descongelaban carne argentina en los cuateles, me lo contó mi hermano mayor, que por poco lo matan allí; se refugió en los libros, menos mal.
sorry x el rollo, pero tenia ganas de decirlo.
bicos!

Anabel Rodríguez dijo...

Hay varias cositas que quiero decirte, primero ¡que sitio más bonito para comer! Segundo, ¡que lástima de notario! es que a veces nos dejamos llevar por lacorriente de la vida y terminamos donde no deseábamos ¿no crees?. Tercero ¡que chucho tan rico!, yo creo que muchos de esos perros callejeros son muy listos.
Besos

Mariela Torres dijo...

Hermoso relato y una duda: ¿el perro sí pudo elegir su profesión de callejero?

Saludos.

Carola. dijo...

Próxima vez que veas al perro, salúdalo de mi parte. Estoy segura de que te sonrió. Hay perros que lo hacen, o eso me parece a mi también.
Besos más tiernos que la carne.

esteban lob dijo...

En plena amistad con el perro, presumo que lo viste blanco y-casualmente-con una V negra a la altura del cuello.

Un abrazo.

Francisco Méndez S. dijo...

Que lindo encuentro, ambos obtuvieron lo que querían, y puede ser el comienzo de una gran amistad.

Saludos

siloam dijo...

oye, le das un abrazo a tus padres, y es que los españoleles somos muy brutiños, comparativamente:
viaa latinoamérica!
bicos
emma

Anónimo dijo...

Qué día marcelo!! me ha gustado mucho el momento que compartiste con el perro, un momento muy bonito y yo tb creo que te sonrió, te lo agradeció. Besos

ALAS dijo...

Marcelo, parece que nos hemos puesto de acuerdo acerca de la vocación notarial. Reproduzco un poste que publiqué hace unos días:

Miedo

Se habían reído un poco de él. No mucho pero sí lo suficiente como para que una mente perspicaz como la suya se diera cuenta. No era el primero al que le temblaban las manos o la voz, pero este chico parecía la viva imagen de la muerte cuando empezó a hablar y sin querer se le escapó aquella tontería: “Señores y señoras”. Los del Tribunal sonrieron y él se dio cuenta de que había hecho el ridículo. A partir de ahí ya no supo lo que decía, y eso que los temas que le habían tocado en suerte eran fáciles y los dominaba. Pero ellos habían sonreído y después sus palabras habían perdido el sentido, el orden, la coherencia y la seguridad. Afuera esperaban su padre, que fue Notario con seis años menos de los que él tenía ahora y su novia de toda la vida.
Cuando supieron que los temas que le habían salido eran fáciles y los dominaba se miraron complacidos y aliviados. Su padre le dio un abrazo y dijo: “Venga hijo, vamos a tomar un café hasta que los del Tribunal saquen las notas”.

Dejándose llevar de la mano por su novia, salió a la calle deseando vivamente que les atropellara a los tres un autobús.

Bettina dijo...

Creo que lo que realmente no hace a uno elegir es no darse cuenta del efecto de los mandatos, no?
El perrito me encantó, se debe recorrer todas las parrillitas.
Un beso!
Me encanta tambipen el tema que pusiste de Calamaro, La libertad por Fabiana Cantilo, lo escucho siempre!!!! y simpre me queda circulando en la mente esa parte que dice: los tristemente enamorados, pagando todavia el precio del amor, Creo que es la mayor esclavitud, bah me parece.

Sofía V. dijo...

Buen relato! Ojalá que pobres hombres no tengan realmente la vida que nos imaginamos.
Mi apoyo moral a los perros vagabundos, que se manejan por instinto, son honestos, están siempre atentos y no piden nada a cambio!

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