sábado, 30 de mayo de 2009

Un artero golpe bajo

No, estimado lector. No lo volveré a aburrir con otra de boxeo. Se trata de un sabotaje del que fui víctima ahora mismo y que debo denunciar. Es que Juan Duque amablemente me invitó a conversar con él en su “Luz de Gas Radioblog”, y lo pasé muy bien. Pero acabo de recibir un comunicado de un grupúsculo que se autodenomina “Ejército por la Salvación de las Ideas Mayores” informándome que bloquearon nuestra charla y la reemplazaron por otra, que fue la que finalmente escucharon millones de radio escuchas del mundo entero. Por ello no me queda más remedio que echar mano a la copia de seguridad que siempre –por razones legales- impongo como requisito en los innumerables reportajes que hice en 70 años de carrera. De manera tal que los que lo han escuchado o quieran hacerlo más tarde en el blog del amigo Juan, deben saber que no soy yo quien allí habla. Y como un servicio a la comunidad les doy a continuación la desgrabación del auténtico reportaje por el cual Juan será premiado con el Pullitzer, sin ninguna duda. A modo de aclaración, sepan que donde dice “J” es que habla Juan, y donde dice “M” es que hablo yo.

J: (Ya se los dije que es Juan!!) Buenas tardes Marcelo!
M: mnndbsgrrsds???
J: Marcelo?
M: qué hora es?
J: las cinco de la tarde!
M: Están grabando otra poesía de García Lorca con Susana para toda América?
J: Marcelo, has estado bebiendo otra vez?
M: No Juan, es el cambio de horario, disculpa.
J: Quería felicitarte por el éxito de tu novela “El amor en los tiempos de la conjuntivitis virósica” aquí en España ha vendido 32.000.000 de ejemplares…
M: gracias Juan, fue solo una noche de inspiración, no pude detenerme hasta que terminé las 1.234 páginas.
J: También es un éxito la película que escribiste, dirigiste, actuaste, produjiste y distribuiste, llamada “Un equipo perfecto” y tiene 20 nominaciones al Oscar.
M: debo decirte que estoy un poco preocupado con ese trabajo.
J: ¿por qué?
M: porque la música es de Gustavo Santaolalla y no me conformó para nada, me temo que me traeré solamente 19 estatuillas…
J: Es cierto que también estuviste entrenando a Messi para que perfeccionara su cabezazo?
M: Es verdad, se lo dije a Guardiola. Dame el pibe dos días y te aseguro que vuelve con la cabeza puesta. Y así le fue al Barcelona en la Champion.
J: Y también tienes tiempo para obras de beneficencia, meditar en el Tibet y practicar esquí acuático en la Isla de Pascua.
M: Juan, no practico esquí en la isla precisamente, sino en los mares que la rodean. Y mientras esquío voy releyendo la Divina Comedia, porque estoy preparando un ensayo revolucionario intitulado “El Dante es un autor kafkiano, no dantesco” Gallimard ya me adelantó 5.000.000 de euros por ella.
J: Eres increíble Marcelo. Solamente me queda pedirte si nos puedes enviar una foto tuya para que mis oyentes te conozcan.
M: Allí va Juan. Un abrazo y hasta cualquier momento. Estoy despegando con mi avioneta ahora mismo.
J: Gracias Marcelo! Eres un máquina!







Amigos, ya saben la verdad....No se dejen engañar!

jueves, 28 de mayo de 2009

Golpe de K.O.

En la pelea con la vida él va perdiendo por puntos. Pero aún tiene una esperanza, porque el combate no termina hasta que se termina. No vaya a ser que la vida se confíe y baje apenas la guardia; él podría embocarle un cross fulminante en el mentón y ganar por nocaut.




"Toro salvaje" de Martin Scorsese (1.980)

Refugios

Unos se refugian en la religión
(o en otras formas de literatura)
Otros, en una botella de whisky
(dicen que te entiende…)
También hay quien se refugia en el amor,
verdadero o falso;
en el trabajo o en otras formas de droga
en casas
en autos.

¡Tené cuidado! están disparando en la calle
Hay que buscar refugio ya
O tendrás en la frente una cruz
pequeña como un orificio
Entonces game over.
Refugiate y cerrá los ojos
la boca
los oídos
No pienses en nada
no mires si los otros pudieron refugiarse
¡no abras tu puerta!
Son tiempos difíciles
Ya pasarán
(dicen)

lunes, 25 de mayo de 2009

Mi fe

Quien te dice si soñar
A lo mejor
no es tan difícil
¡y hace bien!
Porque seguro
es necesario
Como el pan
Como tu luz
Como mi fe.
Aunque trabajes en un banco
Soñate un mundo entero
de gente que se ríe
y que se besa por las calles
Estoy seguro que mañana
Será distinto.

viernes, 22 de mayo de 2009

El recuerdo de Carriego


Esto leía Menárdez en la última mesa del bodegón de la calle Serrano:

“Que un individuo quiera despertar en otro individuo recuerdos que no pertenecieron más que a un tercero, es una paradoja evidente. Ejecutar con despreocupación esa paradoja, es la inocente voluntad de toda biografía. Creo también que el haberlo conocido a Carriego no rectifica en este caso particular la dificultad del propósito. Poseo recuerdos de Carriego: recuerdos de recuerdos de otros recuerdos, cuyas mínimas desviaciones originales habrán oscuramente crecido, en cada nuevo ensayo. Conservan, lo sé, el idiosincrásico sabor que llamo Carriego y que nos permite identificar un rostro en una muchedumbre…”
“Sus días eran un solo día. Hasta su muerte vivió en el 84 de Honduras, hoy 3.784. Era infaltable los domingos en casa nuestra, de vuelta del hipódromo…”
"Un día entre los del año 1.904, en una casa que persiste en la calle Honduras, Evaristo Carriego leía con pesar y con avidez un libro de la gesta de Charles de Baatz, señor de Artagnan. Con avidez, porque Dumas le ofrecía lo que a otros ofrecen Shakespeare o Balzac o Walt Whitman, el sabor de la plenitud de la vida; con pesar porque era joven orgulloso, tímido y pobre, y se creía desterrado de la vida”

La vindicación que su querido Borges hacía de Evaristo Carriego lo decidió. Apuró su vino y se encaminó hacia la vieja casa de la calle Honduras. Pensó que a casi cien años de la muerte de Carriego alguien debía verificar si aún se encontraba el mismo espíritu del barrio que tanto amó, o al menos su recuerdo. Dejó la modernidad del Palermo actual y por eso desconocido, y se adentró por Honduras en el tranquilo barrio de casas bajas:

“Carriego creía tener una obligación con su barrio pobre: obligación que el estilo bellaco de la fecha traducía en rencor, pero que él sentiría como una fuerza. Ser pobre implica una más inmediata posesión de la realidad, un atropellar el primer gusto áspero de las cosas: conocimiento que parece faltar a los ricos, como si todo les llegara filtrado. Tan adeudado se creyó Evaristo Carriego a su ambiente, que en dos distintas ocasiones de su obra se disculpa de escribirle versos a una mujer, como si la consideración del pobrerío amargo de la vecindad fuera el único empleo lícito de su destino”

Golpeó la puerta y un joven poeta lo recibió. Le contó que la centenaria casa estaba por ser refaccionada. Junto a él un silencioso empleado recortaba unas láminas, y más atrás una mujer examinaba las primeras ediciones de la antigua biblioteca. Menárdez no pudo evitar observarla mientras preguntaba y el bibliotecario respondía que eran pocos los que visitaban la casa del poeta.

- Serán pocos pero con mucho interés, como la hermosa dama que acabo de ver por allí. El cuidado con que leía una primera edición del “Evaristo Carriego” de Borges, de 1.930, me emocionó. Su amor por los libros es evidente… dijo Menárdez.
- ¿Qué mujer? Ud. es la primera persona que nos visita esta tarde…

“No se le conocieron hechos de amor. Sus hermanos tienen el recuerdo de una mujer…que solía esperar en la vereda y que mandaba cualquier chico a buscarlo. Lo embromaban: nunca le sonsacaron su nombre”

Comprendió Menárdez que la mujer que vio podía ser –como pensaba Borges- el intento de alguien que quería despertarle recuerdos de un tercero, incluso un recuerdo de Carriego; y que seguramente la hermosa mujer no fuera más que eso. Pero por las dudas, cuando salió, se quedó tomando un café muy cerca de la casa del poeta, a esperarla.
Los textos encomillados pertenecen a "Evaristo Carriego" de Jorge Luis Borges

miércoles, 20 de mayo de 2009

Asa Yoelson

¿Se puede nacer en Lituania (o Rusia), ser hijo de un rabino que se lleva a la familia a la Nueva York de fines de siglo XIX; desde niño trabajar como actor, incluso en circos, y luego ser un éxito mundial cantando con la cara pintada de negro? Se puede. Se puede también ser guionista y director de cine, además del protagonista de la primer película sonora de la historia... Y ahora pedirle a un buen actor que cante y que baile parece una locura.

martes, 19 de mayo de 2009

El espejo roto


Cuando oí el estrépito del espejo desplomándose en el suelo, lo primero que pensé fue en mi proverbial torpeza y luego, por supuesto, en los siete años de mala suerte. Lo que nunca imaginé es que detrás del espejo pudiera haber un túnel, y que en la siguiente ocasión que tuviera para reflexionar –es el momento en que esto escribo- me encontrara al final del corredor, viendo como una persona que parezco ser yo pero más vieja, escribe una carta a la luz de una vela, con la esperanza de que alguien lo saque de allí.

sábado, 16 de mayo de 2009

Improbable diálogo en un café de sábado por la tarde


- Las mujeres dejan a los hombres cuando fracasan, los hombres las dejan cuando envejecen.

- Sin embargo, yo me fui de su lado porque dejé de amarlo, y él era exitoso. Incluso era joven.

- Por eso te amo, porque podré fracasar tranquilo y vos, envejecer acompañada.

- Eso no es amor sino cálculo especulativo de probabilidades. Pero podemos intentarlo, en tanto no me digas que sos un excelente amante. Nadie puede serlo a priori, cuando es una simple mitad. Rechazo a los amantes erga omnes.

- Soy un pésimo amante

- Los pésimos amantes a priori también son inaceptables, por la misma razón. Detesto a los que se creen buenos o malos amantes y no me dan la posibilidad de demostrarles que están equivocados. En cualquiera de los dos casos.

- Tal vez debiéramos repensar nuestra relación, ¿no seremos contraproducentes el uno para el otro?

- Dejá de calcular y tocame.


(Erga omnes es una locución latina, que significa "respecto de todos" o "frente a todos")

Un millón de veces la misma historia

Uno intenta siempre revelar arcanos
De Príncipes Grises, planetas lejanos
De amores que escurren
De nuestra memoria
Pero sin embargo termina contando
Un millón de veces la misma historia.

jueves, 14 de mayo de 2009

El dilema del Sr. K

El Sr. K nunca mentía. Omitía, eso sí, contar cualquier cosa que lo angustiase, que le diera temor. No les mentía a los demás pero se mentía a sí mismo. Lo hago para que no sufran quienes están cerca. Lo que no se cuenta no existe, pensaba. Pero en el fondo sabía que lo que tenía era miedo a que no lo quisieran. Y así fue sepúltandose en capas de omisiones diversas y asfixiantes, escondidas tras la luz de su sonrisa. Un día que no aguantaba más se apoyó un revólver en la sien, dispuesto a terminar con su penar. Pero imaginó la sorpresa de los otros, la tristeza que sentirían al no saber lo que le había pasado, no haber podido evitarlo. Entonces decidió no hacerlo. Por supuesto que esa fallida decisión también quedaría sin que nadie la supiera. No fuera cosa que dejaran de quererlo al enterarse. Eso sí, comenzó a escribir lo que le pasaba a él, como si fuera que era a otro al que le ocurría. Un señor M., por ejemplo.

martes, 12 de mayo de 2009

Un billete de 100 volando o la receta para vivir 100 años

Caminaba ayer por la "city" financiera de Buenos Aires, cuando un billete de $100.- pasó volando junto a mi. Era una mañana ventosa, y rápido de reflejos para desazón de dos caballeros que lo venían siguiendo con la vista, lo atrapé yo.
Observando a mi alrededor vi a un joven que acomodaba varias facturas para pagar en el banco, y me di cuenta que se le había volado a él. Tan concentrado estaba en sus papeles desordenados y el dinero que tenía en su mano izquierda, que le tuve que tocar el hombro para avisarle lo que había sucedido. Efectivamente, los cien pesos eran suyos. Noté que se trataba de un cadete, por lo que si no aparecía la plata la hubiera tenido que reponer de su bolsillo.
Muchas veces he notado que en situaciones parecidas, generalmente por timidez, la gente tiende a escaparse de la escena a riesgo de parecer descortés con quien les resolvió un problema, error en el que no caigo cuando soy yo el que recupera algo perdido.
Los dos caballeros que se quedaron en ayunas me miraban como queriendo saber si yo era millonario o idiota, ya que el que había perdido el dinero ni se había enterado. Me dieron ganas de decirles que probablemente era ambas cosas, pero no en el sentido en que ellos pensaban, lo cual hubiera sido demasiado difícil de entender para los tres.
Lo cierto es que simplemente atrapé el billete y se lo di a su dueño, y me quedé un poco cortado porque el muchacho siguió rápidamente su camino. No es que esperase un fuerte abrazo o una propina, simplemente me pareció que el detalle merecía algo más que casi nada, pero así fueron las cosas.
Para reconfortarme recordé el artículo que había leído un rato antes, donde se intentaba revelar el secreto de la longevidad, y una abuelita sonriente decía que su receta fue haber sido una buena persona durante toda su vida. Conforme con ese resultado indirecto de mi actitud, que podría asegurarme un poco más de vida, seguí alegremente mi camino, hasta que recordé la edad en que falleció Pinochet, o los años que lleva vividos don Ratzinger; la sombra del desasosiego me envolvió nuevamente.
Joaquín Sabina llegó a rescatarme con su canción acerca de las desventuras que nos aguardan si queremos vivir cien años y pensé que mejor es hacer las cosas tal como nos la dicte el órgano que nos gobierna a cada uno sin esperar la respuesta de los demás (básicamente me refiero al corazón o al cerebro, aunque pueden haber otros, ya lo sé; incluso pueden gobernarnos varios órganos al mismo tiempo, lo que nos convierte en anarquistas corporales)
Así que ya estoy ensayando otros cursos de acción para el próximo billete de cien que pase por mis narices:
- se los devuelvo al joven, pero le digo que es su obligación agradecérmelo con lágrimas en los ojos o lo golpearé sin más trámite. Le digo también que no sea tan distraído y estúpido, porque de lo contrario nunca llegará a nada en la vida.
- me doy a la fuga, incluso corriendo, con los cien pesos.
- les ofrezco a los dos competidores dividirlo por tres: el 80% para mí, y un 10% para cada uno de ellos.
- me doy a la fuga, incluso corriendo, con los cien pesos y los dono a la Iglesia (en ese caso no debería salir corriendo y tal vez debiera reflexionar sobre el destino final del dinero)
- dejo pasar de largo el billete mientras pienso que el dinero no hace a la felicidad.
Como un billete del máximo valor no pasa volando todos los días, tengo tiempo para escuchar consejos sobre cómo proceder...

sábado, 9 de mayo de 2009

Existe un mundo mejor


- Base Central, les habla el comandante Mateson desde el planeta 3427. Las pruebas de supervivencia y adaptabilidad humanas han sido exitosas. Hay oxígeno suficiente, y luz y calor provenientes de la estrella A3427. A diferencia de la Tierra, no hemos registrado signos de radiación. También hay agua y especies vegetales y animales, y vida inteligente. Lamentablemente los pobladores de este planeta no se han mostrado amistosos con nuestro equipo, por lo que decidí enviarles al escuadrón de androides para acabar con ellos, pero están presentando una tenaz resistencia. Para desgracia de la misión, nuestros androides han confundido al enemigo, seguramente porque son muy parecidos a nosotros, y al volver a la nave para rearmarse han exterminado a toda la tripulación, excepto a quien les habla, que está atrincherado en la cabina de mando. No tengo opciones para volver porque no puedo pilotear la nave solo, de manera tal que solicito instrucciones. Considero que este planeta es totalmente apto para ser habitado por seres humanos ya que, repito, tiene luz, calor, oxígeno y agua potable, pero debemos terminar con el incidente que sigue en su punto máximo entre los androides descontrolados y los habitantes del planeta. Solicito autorización para tirar una bomba de plutonio, o bien una neutrónica, o en su defecto rociarlos con NAPALM, gas mostaza o agente naranja. Repito, espero instrucciones, pero creo que hemos encontrado nuestro ansiado hogar. Les pido por favor le comuniquen a mi esposa que estoy bien, esperando jubiloso mi momento final, porque para esto fui entrenado, y sé que moriré con gloria, luchando por conseguir un lugar mejor para nuestros hijos. ¡Viva la humanidad!

Patente de corso n° 116: al servicio de las Provincias Unidas


Cuando era chico y leía historias de corsarios de la mano de Stevenson o Salgari, me parecía que sólo podían ser británicos, imaginarios o reales como Francis Drake o Henry Morgan. Pero luego supe que en las guerras de la Independencia americana también los hubo, y muchos. El dueño de la patente de corso n° 116 era un francés de Saint Tropez que llegó a Buenos Aires en 1.809, o sea un año antes de la revolución. Este señor simpatizó rápidamente con la causa americana y combatió con San Martín en la batalla de San Lorenzo.
Pero él era marino, y luego de varias muestras de fidelidad recibió la ciudadanía de las Provincias Unidas (un simple papelito) se le dio una fragata que bautizó “La Argentina” (eso antes de que nuestro país se llamara así) y se hizo a la mar, al mando de un heterogéneo conglomerado de hombres: británicos, franceses, portugueses, criollos y hasta españoles, que con más entusiasmo que armas se dedicó a atacar el comercio español en cualquiera de sus expresiones.
Su gran aventura así es contada por Bartolomé Mitre: "...Una campaña de dos años dando la vuelta al mundo en medio de continuos trabajos y peligros, una navegación de diez o doce mil millas por los más remotos mares de la tierra, en que se domina una sublevación, se sofoca un incendio a bordo, se impide el tráfico de esclavos en Madagascar, se derrota a piratas malayos en Macasar, se bloquea a Filipinas, anonadando su comercio y su marina de guerra, se domina parte de Oceanía imponiendo la ley, a sus más grandes reyes por la diplomacia o por la fuerza; en que se toma por asalto la capital de la Alta California, se derrama el espanto en las costas de México, se hace otro tanto en Centro América, se establecen bloqueos entre San Blas y Acapulco, se toma a viva fuerza el puerto de Realejo apresándose en este intervalo más de veinte piezas de artillería, rescatando un buque de guerra de la Nación y aprisionando o quemando como veinticinco buques enemigos…".
¿Cuáles serían sus planes? Por el Atlántico Sur se fue hasta Madagascar, y un buque inglés le alertó sobre barcos negreros (tres ingleses y uno francés), lo cual era indamisible para este liberal y antiesclavista. Apuntó sus cañones a esos navíos y se dirigió directamente y en persona hacia ellos. Liberó a los esclavos y entregó a los negreros a un buque de la armada inglesa. Por supuesto que él se quedó con las mercaderías que encontró.

De allí se fue hacia Filipinas, a cuya capital estuvo asediando durante dos meses, asaltando a todos los barcos que querían entrar. No invadió la ciudad, pero sí se quedó el tiempo suficiente para provocar una estampida de precios por el desabastecimiento que generó. En esos mares luchó contra piratas malayos en combates cuerpo a cuerpo. El hombre no era un tierno, tuvo varias sublevaciones que terminaron en ejecuciones sumarias…

Luego fue a Hawai y firmó un tratado con su Rey, llamado Kamehameha (¿no parece una película?) donde el reino reconocía la independencia de un lugar que no creo supiera bien donde se encontraba. También le hizo devolver al rey un barco que había “comprado” y le sumó hombres a su raída tripulación.
Después puso proa a California y atacó las posesiones españolas, y en Monterrey hizo flamear la bandera celeste y blanca creada por Belgrano, durante seis días.

La travesía de Bouchard a bordo de “La Argentina” duró dos años (1817/1819) aunque ya había hecho otros viajes importantes antes de esa fecha. Durante ese tiempo, Bouchard y su gente sostuvieron trece combates navales, capturaron o destruyeron veintiséis buques, decomisaron la carga de los cuatro barcos negreros y de dos naves inglesas y una de los Estados Unidos.

Lo que me gusta de esta historia, como las que conté la semana pasada, es que fue simplemente una locura. ¿A quién se le podía ocurrir dar la vuelta al mundo en un barco solitario, por mares lejanos y hostiles, con una patente de corso otorgada por un país imaginario? ¿Y quién podría hacer jurar por la independencia de ese país a un exótico rey hawaiano llamado Kamehameha? ¿Y quién en su sano juicio recibiría la denuncia de un oficial inglés acerca de barcos negreros ingleses, liberarlos y entregar a los explotadores ingleses a un oficial…inglés?

A Monsieur André Paul Bouchard, cuyo “nom de guerre” fue Hippolyte Bouchard o Hipólito Buchardo en su versión castellana (1), que es el protagonista de esta historia. Su patente no se la habían dado las poderosas Francia o Inglaterra sino las ignotas Provincias Unidas del Río de la Plata, para que volviera victorioso, y así lo hizo. Por él flameó la bandera argentina en lugares que no podíamos soñar que ocurriera, como en California o Centroamérica, y fue la fuente de inspiración de otras banderas patrias. En un muelle de la ciudad de Santa Bárbara flamean las banderas de los países que alguna vez ocuparon California: España, Rusia, México, Estados Unidos... y ¡la Argentina!
El capitán era casi sanguinario, pero con códigos: nunca atacó una misión o una iglesia, sólo hostigaba posesiones españolas en cualquier lugar del mundo.
Nuestro corsario no tenía límites para lanzarse a la aventura. Algunos dicen que incluso meditó atacar la isla británica de Santa Elena y liberar a su admirado Napoleón, pero su tripulación se negó terminantemente porque era una locura.
De todas las aventuras la que menos me interesa es el continuo ataque a las posesiones de España, ocupada en esos tiempos en otras batallas. ¿Cómo no apasionarse con un francés “nacionalizado” no se sabe bien de qué país, libertador de esclavos y que plantó la bandera argentina en territorio de la "Madre Patria", que como todos sabemos no es España sino los Estados Unidos de Norte América, los únicos "americanos" del continente?

Para mí es increíble la vida de este tipo. ¿No lo habrá inventado Conrad?



(1) “Buchardo” me recuerda una anécdota de Borges sobre la Real Academia Española: “Los individuos de la Real Academia quieren imponer a este continente sus incapacidades fonéticas: nos aconsejan el empleo de formas rústicas: neuma, sicología, síquico. Ultimamente se les ha ocurrido escribir vikingo por viking. Sospecho que muy pronto oiremos hablar de la obra de Kiplingo”





jueves, 7 de mayo de 2009

Un paseo por el campo



Yo que tanto le escribo a Buenos Aires
A su contorno gris, al negro de su lodo
Y a los maulas de sus hijos que traviesos
No se detienen hasta arrasar con todo.


Quise alejarme de la cívica violencia
Huir al campo, a la espiga y a las frutas,
Y al caminar la vastedad de su llanura
Sentir la tierra, y aprender de su paciencia.

Ya que no hay gauchos, ni postas ni pulpera
¡qué bien me haría beber una ginebra!
y entre paisanos recuperar el goce
de la baraja fiel, de la amistad sincera.

Tres parroquianos vinieron a mi mesa
Comenzó el juego, del "truco", por supuesto
Y todo el mundo se le arrimó al porteño
que entre la multitud se sorprendió molesto.

No sé por qué pero perdí la calma
Me quería ir y definí el partido
Mi compañero en la sien me puso el arma
Porque con 25 perdí la "falta envido"

Tan enojado estaba que volteó la mesa
fue todo al piso, los vasos y las cartas
y me dijeron que la apuesta cancelara
o que salir con vida del boliche, no esperara.

Yo no aposté, dije apenas susurrando
ah, ¿no? poné mil pesos ¡taca taca!
dijo el que dijo ser mi amigo en vano
Saqué el dinero de mi billetera flaca.

Cuando salía el patrón gritó ¡Sofrene!
y del susto que me dio me quedé tieso
Por la ginebra y los vermús son 800
Más treinta y tres por el big mac con queso.

Fue sólo un día, pero me pareció un año
volver a ver tus grises como soles
regreso triste, más pobre de ilusiones
ciudad querida, ¡tu ausencia me hizo daño!


martes, 5 de mayo de 2009

Un 504 sin radio

En Buenos Aires hay miles de taxis circulando. Hay muchos nuevos, otros no tanto, y la mayoría son radiotaxis, porque ahora todo el mundo se quiere asegurar de no correr riesgos.
Hay un Peugeot 504 sin radio que maneja un viejito que escucha tangos y se parece a Sabato. Cuidado, es muy peligroso. ¡Pero no porque te asalte! el viejito te lleva al destino que vos le indiques, sólo que en otro tiempo. Tiempo pasado, para más datos. Cuando me llegó el rumor que me pasó un amigo “tachero” me causó gracia, pero luego hablé con algunos de sus pasajeros, y se me fue la risa. Nadie me quiso dar su nombre del miedo que tenían.
El Sr. “G.” le indicó al viejito que lo llevara a Nogoyá y Bermúdez, frente a la cárcel de Devoto. Y ahí lo dejó. Nomás bajarse empezó a escuchar un barullo de motores y cadenas. Un celular estaba llegando con los nuevos “huéspedes”, custodiados por unos penitenciarios. Pensó que estaban filmando una película de época por lo antiguo de los uniformes, pero no. En un kiosco vio el diario del día: 23 de julio de 1.934…

La Sra. “F.” me dijo que se subió al taxi en Chacarita, y le pidió que la llevara hasta Quintana y Junín, plena Recoleta. Se dio un susto bárbaro cuando vio el cortejo fúnebre. Estaban enterrando a Remedios de Escalada de San Martín en el “Cementerio del Norte”. Era el año 1.823 y el Gral. San Martín, no estaba.

Más delicado fue el caso del Sr. “H.”, que lo único que hizo fue pedirle al doble de Sabato que lo llevara a su casa. Y a su casa lo llevó, sólo que en 1.950, y se vio a sí mismo jugando a la pelota con los chicos del barrio, en la vereda. Lo habían puesto de arquero contra su voluntad y llorando llamaba a su mamá.

Los tres terminaron sus relatos en forma abrupta, como avergonzándose, y me dejaron cada uno de ellos sin contarme como hicieron para volver.
Cuando terminé la última entrevista, me tomé un taxi. Era un 504 sin radio conducido por un viejito que escuchaba tangos, pero me quedé tranquilo porque lo veía parecido a Borges. Pero era él. Claro, los tres testigos no tenían por qué saber de literatura.
Yo iba a “La Viña del Abasto” en Jean Jaurés y San Luis, pero me bajé antes porque era una noche de verano espléndida, y quería caminar un rato.
Estaba tan oscuro que no me di cuenta al principio. De una casa salía la voz del Mudo cantando “Soledad”. Me sorprendió la calidad de la grabación porque no se escuchaba ningún refrito en el piso del disco. Es que era él, el mismísimo Charles Romuald Gardés en su casa de Jean Jaurés 735.
Cuando me di cuenta no me asusté. Los muchachos estaban en el patio, tomando fresco, y el Zorzal Criollo, de buen humor, cantaba unos tangos rodeado de un silencio respetuoso.
Me vio detrás de la puerta entreabierta y me invitó a pasar. Me preguntó:
-¿Quién te viste, pibe?
Esa noche cantó todo lo que le pidieron y me quedé a comer con ellos. Doña Berta, cuando terminó de planchar, hizo ravioles.
A las cinco de la mañana me fui de la casa y empecé a caminar por el Abasto, sin saber bien adonde ir.
Y de repente por Corrientes apareció el 504. Ahora sí, mirándolo bien, me pareció igualito a Don Ernesto. Sonriente me llevó hasta mi casa, y no me quiso cobrar.
En el estéreo sonaba Carlitos cantando “Silencio en la noche”
Así que ya sabés. Si ves un 504 sin radio, conducido por un viejito que se parece a Sabato, pensalo dos veces antes de subirte. Por mi parte voy atento y si lo veo, ya sé bien adonde iré. Jean Jaurés 735. La casa de un amigo.


domingo, 3 de mayo de 2009

Que ves el cielo

Hoy tu pollera gira al viento
quiero verte bailar
entre la gente, entre la gente
quiero verte bailar...
No importa tu nombre si me puedes contestar
son tantos tus sueños que ves el cielo
mientras te veo bailar...

Hoy tu sonrisa es limpia y gira
quiero verte bailar
entre la gente, entre la gente
quiero verte bailar...
No importa tu nombre si me puedes contestar
son tantos tus sueños que ves el cielo
mientras te veo bailar.


Hoy me vino a la cabeza esta canción de Invisible, y de ahí a la primera vez que la oí, un paso. Estaba hace un millón de años en San Clemente del Tuyú, un verano, y tenía algo así como una cita, la primera. Su nombre era Gabriela y se reía, y por supuesto, no pasó absolutamente nada. Sólo que la conocí en la playa (creo) y a la noche quedamos en vernos en un bar.
Estábamos tomando unas coca colas, y pusieron esta canción. Siempre tuve esa memoria musical en momentos así. Y yo estaba con mis amigos sin un peso, y al otro día nos invitó a comer a su casa con su familia, todos ucranianos y rubios y amables. Y reían como ella. Y mis amigos no paraban de comer, y yo no paraba de mirarla, y eso fue todo. Nunca más la vi, la llamé un par de veces, y luego se la llevaron los vientos del pasado. Hasta que recordé esta canción, hoy. Y en mi memoria, ella sigue riendo.





(para que Fito pare de contar su historia y se pueda escuchar el video de youtube, sólo hay que apretar el stop de la música, arriba a la derecha)

sábado, 2 de mayo de 2009

Cavilaciones previas a la ejecución

La noche de insomnio le devolvió frente al espejo una cara distinta y agotada. Con manos temblorosas buscó en el agua fría, a modo de purificación, la tranquilidad que se había jurado tener cuando la hora llegase.
No recuerda bien como, pero unos instantes después ya estaba en el patio de la mañana fría y militar. Creyó que el miedo se había ido pero no, se lo recordaba, como en la noche sin sueños, un estremecimiento que no lo abandonaba, que lo poseía por completo. Una vez más maldijo su suerte, y se vio de niño, jugando en los campos del Norte. Estaba con su padre pescando en el río, feliz.
Pero el sacerdote terminó su burocracia y el capitán empezó la suya, no está en el río. Está en la Patagonia helada y ajena, ya es la hora y no puede enfrentarse así con su destino.
El ruido de las armas preparándose acalló los movimientos del cuartel, y la oración llegó a sus labios sin saber cómo. Una lágrima rodó sobre su mejilla hasta terminar en el fusil. Entonces abrió fuego.

viernes, 1 de mayo de 2009

¡Qué los parió los gringos!

¡Qué los parió los gringos!

Noventa buques mercantes,

veinte de guerra,

vienen topando arriba
las aguas nuestras.

Veinte de guerra vienen
con sus banderas.

La pucha con los ingleses,
quién los pudiera.

Qué los parió los gringos
una gran siete;
navegar tantos mares,
venirse al cuete,
qué digo venirse al cuete.

A ver, che Pascual Echagüe,
gobernadores,

que no pasen los franceses
Paraná al norte.

Angostura del Quebracho,
de aquí no pasan.

Pascual Echagüe los mide,
Mansilla los mata.

Hoy acude en mi ayuda don Alfredo Zitarrosa, porque Borges está ausente con aviso. Es que hablaré del Brigadier Rosas, y don Jorge Luis lo odió devotamente. Tan es así que cada vez que leamos “tirano” en su literatura, seguramente se estará refiriendo a él (1)

En 1.845, la lucha por la independencia parecía lejana. Sin embargo, Inglaterra, Francia e incluso el Imperio del Brasil seguían intentando llevar agua para sus molinos, extraída del gigantesco y despoblado ex Virreinato del Río de la Plata. Y para eso, lo ideal era dividir a las provincias todo lo posible, como lo conseguirían a la postre en Uruguay, con el aporte de Buenos Aires, claro está, que en toda su historia se miró a si mismo, incluso ahora.

El asunto es que a los gringos se les ocurrió meter una flota entera, llena de barcos con mercadería y buques de guerra por el río Paraná, para hacer sus negocios con las provincias mesopotámicas que los ayudaban en medio de las luchas internas.
Mientras Buenos Aires y Montevideo se peleaban, los “mediadores” ingleses y franceses buscaban solucionar el litigio mediando para sí mismos, en búsqueda de nuevos mercados para sus manufacturas.
Pero Rosas no los dejaría subir por el río. Con el General Mansilla al mando de 2.160 hombres, los esperaría en la localidad bonaerense de San Pedro, en un paraje llamado Vuelta de Obligado. ¿Y cómo imaginaron la forma de evitar el paso de semejante flota sin barcos ni armas de gran envergadura? ¡Encadenando el río!: colocaron una fila de chalupas y pontones sosteniendo gruesas cadenas de costa a costa, para impedir el paso de los buques, y fortificaron las riberas con treinta cañones viejos, y hombres dispuestos a enfrentar un posible desembarco. La batalla comenzó a las ocho de la mañana y el asunto se puso difícil, porque los barcos empezaron a cañonear las costas. Como si fuera una película, en el medio de la batalla la banda militar del Regimiento de Patricios tocaba el himno, que era cantado por los defensores mientras combatían y se les terminaban las municiones. Al atardecer comenzó el desembarco y la lucha cuerpo a cuerpo, los invasores apoyados por sus fusileros, los defensores a cuchillo. Murieron 250 criollos y fueron heridos 400. Al amanecer las defensas del río fueron vencidas, y la flota siguió su ruta, pero parcialmente: de los noventa buques mercantes sólo siguieron cincuenta y dos, y la flota de guerra sufrió serias averías. Aún así, ingleses y franceses comerciaron con Entre Ríos, Corrientes y el Paraguay, siempre hostigados desde las costas.
Pero las cosas no quedarían así, con los invasores comerciando por ríos interiores, y tratando de independizar provincias. En enero de 1.846 y hasta junio de ese mismo año se volvieron a encontrar en el mismo lugar criollos, ingleses y franceses, pero esta vez terminó en victoria argentina.

¿Qué me gustó de esa primera batalla, la perdida? Las cadenas, claro. Me pareció increíble encadenar el río, que ahí tiene un ancho de 700 metros. Me gustó también el combate cantado. Me gustó Thorne, el sordo de Obligado, que siguió luchando pese a haber recibido la explosión de un cañonazo a corta distancia que lo dejaría sordo para siempre: se levantó del suelo limpiándose el polvo diciendo “no ha sido nada”, para volver a la batalla. Me gustaron los gauchos de los pueblos linderos combatiendo sin municiones, como cada vez que les tocó entrar en combate.
Y al final me gustó ver a la altiva Inglaterra, más que a Francia o Brasil, vencida. Me gustó que el bravo Coronel Lucio Mansilla engendrara a otro Lucio, también coronel pero además político, diplomático y por sobre todas las cosas escritor (¿cómo hacían antes para ser tantas cosas?)
Hace unos años estuve en San Pedro y quise ir a ver el lugar de la batalla ahora olvidada, que queda a unos kilómetros del pueblo. Hay algunas explicaciones de cómo fue, pero sigue siendo un lugar agreste. En un momento me pareció escuchar un cañonazo y a alguien decir “no ha sido nada”. Y luego, se hizo presente el más absoluto de los silencios.

(1) Sin embargo en su poema llamado "Rosas", Borges se mostró compasivo con él:
“Famosamente infame
su nombre fue desolación de las casas,
idolátrico amor en el gauchaje
y horror del tajo en la garganta...
/
...No sé si Rosas
fue sólo un ávido puñal como los abuelos decían;
creo que fue como tú y yo
un hecho entre los hechos
que vivió en la zozobra cotidiana
y dirigió para exaltaciones y penas
la incertidumbre de otros"

Correspondencia:
En 1844, seis años antes de su muerte, San Martín en su testamento, otorga a Rosas el sable libertador: “El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina Don Juan Manuel de Rosas, como prueba de satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido, el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tratan de humillarla”

En marzo de 1849, Rosas contestó una carta al Libertador en los siguientes términos: "Nada he tenido más a pecho en este grave y delicado asunto de la intervención, que salvar el honor y dignidad de las repúblicas del Plata, y cuando más fuertes eran los enemigos que se presentaban a combatirlas, mayor ha sido mi decisión y constancia para preservar ilesos aquellos queridos ídolos de todo americano. Usted nos ha dejado el ejemplo de lo que vale esa decisión y no he hecho más que imitarlo. Todos mis esfuerzos siempre serán dirigidos a sellar las diferencias existentes con los poderes interventores de un modo tal que, nuestra honra y la independencia de estos países, como de la América toda, queden enteramente salvos e incólumes."

(Oleo de Ulderico Todo)
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