1º) El bar nuevo está
atestado de nuevos visitantes, eufóricos de fotos. Una señora desatada se
acerca a la mesa del Hombre Que Lee y le arrebata la silla que sobra,
produciéndose el siguiente intercambio:
Hombre Que Lee: no me preguntó si la silla estaba ocupada
Señora Desatada: perdone! Estaba ocupada?
Hombre Que Lee: no. Llevelá nomás
2º) El bar sigue
sitiado por gente eufórica que le pide al Hombre Que Lee moverse un poquito
para la izquierda, otro poquito para la derecha, para hacer fotos de las maravillosas
cosas Cortázar exhibidas detrás de él. La gente no pide café en el Café
Cortázar, pide licuados, jugos raros, cervezas de colores. En la mesa de al
lado del Hombre Que Lee se viene a sentar el Hombre Que Escribe Su Cuaderno Con
Lápiz y pide un café, lo cual alegra al Hombre Que Lee. El Hombre Que Escribe Su Cuaderno Con Lápiz es
raro, incluso para el Hombre Que Lee, y se azora cuando la horda empieza a
pedirle a él también un poquito para la derecha, otro poquito para la
izquierda, para retratar la pared de las cosas Cortázar, produciéndose el
siguiente diálogo:
Hombre Que Lee: Usted, tranquilo. Porque Usted y
yo formamos parte de La Resistencia.
Siga escribiendo, que yo sigo leyendo.
Hombre Que Escribe Su Cuaderno Con Lápiz: …
Mientras El
Hombre Que Lee pensaba si eso fue un diálogo, y pensaba también si se es un
Hombre Que Lee con tanto no leer, llegó una dama (rara también) al encuentro del
Hombre Que Escribe Su Cuaderno Con Lápiz, y el Hombre Que Lee se sintió
traicionado. Ahora, La Resistencia, es solamente él.
3º) GRAFFITI HALLADO EN EL BAÑO DE CABALLEROS DEL CAFÉ
CORTÁZAR
Primero me
descubrieron unas hemorroides, pero el proctólogo me dijo que se curaban sin
cirugía, lo cual me dejó tranquilo.
Después sentí un
pinchazo en la cintura y la kinesióloga me dijo que no era nada, algo del sacro
sin importancia, y como yo soy creyente me despreocupé.
Acabo de sentarme
en el trono sin verificar que la tapa estuviera levantada de tanto apuro que
llevaba, y eso verdaderamente me dolió. Tanto me dolió que recordé la antigua
publicidad que rezaba: “Entre pecho y
espalda, pastillas Valda” pero transformada: “Entre cintura y rodillas, sólo me faltan ladillas”
Quien quiera
saber lo único que pudo leer el Hombre Que Lee, y verá que pese a todo
contratiempo es un tipo afortunado, que lea el comentario nº 1 (posiblemente
único)